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Sigo mejorando mis relaciones con los seres humanos a marchas forzadas, cada vez me supero. Y es que por todos es conocida la similitud de las masas humanas con los rebaños de borregos, y yo, ávido científico en pos de la gloria hice un estudio observacional ayer por la tarde. Os pondré en situación: 19:24, semáforo de delante del Instituto Luis Vives de Valencia con la Estación del Norte. Llegaba tarde al tren, bueno, llegaba tarde al que me subí (que no sabía que estaba a las 19:26, yo quería subir al de y 33), y no venía nadie salvo un autobús. Semáforo en rojo, obviamente. Crucé. De repente, entre la música de mi mp4 oigo un claxon de autobús. Tras de mi una docena de insensat@s sin calcular el tiempo para cruzar ni mirar el estado del muñequito del semáforo se lanzaron al asfalto hacia la acera contraria. No me sentí culpable por ello, puesto que no obligue a nadie a cruzar, no pude más que reírme con unas cuantas aventureras que llegaban a la carrera a la otra orilla del campo de batalla. Por suerte no hubo que lamentar daños personales. Pero es obvio mi poder para arrastrar a las masas. Tiembla Obama.

Buenas Noches y Buena Suerte.

Asusta el titulo, ¿¡eh!? Pues es cierto, esta noche he soñado, supongo que siempre sueño pero nunca lo recuerdo. El tema es que iba yo paseando por las callejuelas de una urbanización (no sé si solo o acompañado) cuando vi la casa de unos primos segundos de mi abuela, que no sé de dónde se habían sacado la casa pero era de ellos. La casa estaba en una curva, un jardín con un césped reluciente que casi dolía a la vista, pese a estar un poco nublado, con flores llamativas, nunca se me ha dado bien identificar especies.

Entré empujando la puertecita que no alcanzaba mis rodillas -no entendí la función de una puerta que se podía pasar por encima sin esfuerzo- y me dirigí por el camino de piedras, que pese a no ser de baldosas amarillas me hizo sentir de hojalata. Al llegar al zócalo la puerta estaba abierta, entré y me asomé a la cocina, sigo sin entender porque entré como si fuera mi casa pero me adentré hasta la cocina, allí estaba el arma protagonista, un cuchillo de unos 30 centímetros. Como en las películas oí un ruido y cogí el cuchillo, que típica es la historia hasta ahora, y me dirigí al salón. Allí me encontré a un tipo muy parecido a Ángel Martín con una bolsa en la mano, era inglés (tenía cara), se me acercó con cara de pocos amigos tras agarrar las pinzas de la chimenea, le asesté tres puñaladas sin compasión.

No pensé en lo que acababa de hacer me dirigí a la cocina y al abrir la puerta eché al suelo a un grandullón de pelo rapado y cara de hooligan, lo cual confirmó mis temores de que el "angelito" que yacía en el salón fuera británico. El tipo de la cocina se recuperaba a gruñidos. No me lo pensé, intenté acuchillarlo de nuevo una cuchillada pero el cuchillo rebotaba contra su piel, era como intentarlo contra una pared, una y otra vez, hasta en la cabeza lo intenté. Lo extraño era que el cuchillo no se deformara. Mientras el tipo se levantó y agarró una silla al más puro estilo western para abrirme la cabeza con ella. Al levantarla me percaté de un punto débil: su axila, le incrusté el cuchillo todo lo que pude y tras abrir la boca y los ojos tanto como pudo se desplomó.

Aún me sigo pensando cómo comencé a dar el siguiente paso: esconder los cadáveres, lo logré con el más grande. Mientras volvía a por el segundo vi un coche que aparcaba, un matrimonio, dos niñas de unos 14 años. Los hijos de los propietarios. Pensamientos: la casa llena de sangre, un cadáver en el salón, mis manos manchadas de sangre, un cuchillo de cocina manchado de sangre... El despertador me ha salvado del final.

Buenas Noches y Buena Suerte.

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Now playing: travis - My Eyes
via FoxyTunes

Viernes, 1:40 am. Volvía yo tan feliz, y tan resfriado, de la cena de Apothecaris (Asociación de Farmacéuticos de la Marina Alta), cuando me paró la Guardia Civil.

- Buenas noches. Se encuentra usted en un punto de verificación de alcoholemia.

- Bona nit - interrumpí al agente sin pensar si era de Cuenca o de Massalfassar.

- Y yo me estoy comiendo una mandarina.

- Ya lo veo ya -le dije al agente con una sonrisa de complicidad.

- Por eso se ha librado usted, puede continuar.

Me quedé parado, perplejo. No estaba nervioso, no había bebido, pero no me lo acababa de creer.

- Siga siga -insistió el agente.

- Gracias, buenas noches.

Increíble pero cierto, esta situación es verídica y le sucedió a quien os escribe. Spain is de coña. 

Buenas Noches y Buena Suerte.

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Siempre ahí, una mala racha, desánimo, pesadez en el vestuario... Pertenecía a la disciplina de un equipo humilde de Primera División. Pasaba los 35, rozaba los 36, casi toda mi generación me envidiaba: los más afortunados jugaban en Segunda, los menos deambulaban por divisiones inferiores o simplemente habían colgado las botas.

Aquella temporada estaba siendo un infierno, el segundo entrenador al borde del abismo, la afición en contra de la mayoría de la plantilla (me salvaban las canas y los pocos galones que me quedaban), y lo que era peor: llevábamos 2 meses sin cobrar.

Con 12 puntos de 42 posibles se mascaba la tragedia. Aquella tarde al llegar al estadio, en el que aún no habíamos ganado esa temporada, se me acercó el delegado del equipo y me dijo "hoy ganamos, viene el equipo amigo". De no ser porque se trataba de Julio, 4 años mayor que yo y compañero de vestuario durante 6 temporadas, le hubiera mandado al carajo. Tenía razón, recibíamos a un clásico de la Primera, a un grande, pero especialista en romper rachas negativas.

Aquella tarde ganamos, al acabar me abracé a Julio como si fuera un hermano. Aquella tarde se empezó a gestar la salvación con una victoria fácil. Al final de aquella temporada colgué las botas, pero nunca olvidaré aquella victoria frente al Valencia, el equipo amigo.

Buenas Noches y Buena Suerte.