Ha sido un verano aciago en cuanto a lecturas, y la culpa, en parte, la tiene Éric Vuillard y  su último libro: Una salida honrosa. Dejarse guiar por tertulias radiofónicas a la hora de escoger lecturas tiene sus riesgos, compartir gustos es complicado y que todos los libros nos entusiasmen es un imposible. Menos La cultureta y más opinión de tu librera. Tusquets publicó en Andanzas este último libro del aclamado escritor francés Éric Vuillard.

Hablando del tal Vuillard, puedes haber ganado un Goncourt y escribir un plomizo libro que está a caballo entre el ensayo, la crónica histórica y el género periodístico. Pero todo el regusto es amargo. Ni la grandilocuencia ni el chovinismo salvan a diputados, generales y otros personajes que abundan en Una salida honrosa. Las intenciones del autor quedan patentes desde los albores de la obra, pero parecen quedarse en meras intenciones.

Una salida honrosa, Éric Vuillard.

Vuillard ha escogido un buen momento para lanzar una novela que habla del desastroso final del dominio francés de Indochina (uno pudiera tener la tentación de recurrir a Tintín en estos casos). Ahora que los franceses andan liándola al más puro estilo españolito en sus antiguas colonias subsaharianas y que tienen en casa un cisco considerable por su nefasta gestión de la integración racial, alentados (eso sí) por la ola reaccionaria que asola Europa, Vuillard tira del famoso A río revuelto y escoge un momento de la historia clave en la intachable trayectoria de nuestros vecinos del norte.

Los momentos históricos recogidos por Vuillard abarcan una gran parte del conflicto, uno de los más largos post II Guerra Mundial. Los debates de la Asamblea Nacional, los abusos cometidos en el actual Vietnam contra los seres humanos obligados a recolectar caucho para neumáticos (ya adivinarán para qué famosa compañía francesa), los vínculos entre los políticos del momento y las grandes compañías, algunas de las cuales aún perduran (toma puertas giratorias), las comidas en restaurantes cercanos al parlamento, los excesos culinarios en Rollet de los Herriot, Dupont des Loges y demás señorías, etc.

Pero tampoco faltan a la cita con Una salida honrosa batallas como las de Cao Bang (1950), la batalla de Dien Bien Phu (1954) y la caída de Saigón (1975), que pasó por esta bitácora con El simpatizante, de Viet Thanh Nguyen. El famoso Plan Navarre y otras medidas desesperadas tomadas por el estado mayor francés y sus dirigentes políticos.

Parece que Vuillard haya perdido el tempo de sus anteriores novelas, aunque esta sea, o pueda parecer una continuación de La batalla de Occidente. Todo en Una salida honrosa parece una amalgama de textos vinculados a los distintos personajes que tuvieron cierto protagonismo en aquel momento clave: la decadencia de la IV República francesa y la pérdida de Indochina y Argelia, de la que asoma poco, pero se intuye bastante, hasta en el rechazo parlamentario a diputados y soldados de origen colonial.

Sin embargo, estamos ante un quiero y no puedo que es difícil de situar. Una historia de colonias con personajes sin sentimientos que salen y entran de una trama que no existe y que pervive escuchándose, a lo francés, como si sólo Francia importase. Sólo al final de la novela hace un leve propósito de enmienda preocupándose por las muertes y secuelas para los miles de indochinos y franceses provenientes de colonias, que, para sus señorías, las que participaron en aquellos acalorados debates de la Asamblea Nacional, no eran franceses. De aquellos polvos…

La reflexión de Vuillard, para la cual podría haber necesitado menos páginas (los contratos son crueles), está clara, siempre ganan los mismos: los ricos, las empresas que saquearon las colonias. Los muertos dan igual, las banderas, los sentimientos, la patria, las personas, los egos, las carreras políticas y militares son, solamente, excusas. En eso, señor Vuillard, estamos plenamente de acuerdo, pero parece que la flagelación y el escarnio público llega sólo para los protagonistas de la novela, no para una sociedad que se benefició del saqueo y expolio de las colonias. Todo muy chovinista.

A Vuillard sólo le salva su escritura, que por tramos es brillante. También los guiños a momentos del imaginario colectivo francés y europeo como mi querida La guerra de los botones, que pronto rescataré para honrar la memoria de padre. Pero no deja de parecer un escritor incómodo, dando saltos de un personaje a otro, de un fragmento de la historia a otro, sin encontrar ese hilo conductor que hace que un libro, una historia, una obra de arte, al fin y al cabo, fluyan. Una salida honrosa pudiera parecer un compendio de relatos breves sobre los distintos protagonistas de la historia de la Francia colonial, pero el lector no acaba de encontrar el ritmo que se le presupone a un escritor tan aclamado.

Me gustaría hacer una salvedad, que pudo condicionar mi lectura, comencé este libro al poco de terminar Un tal González, de Sergio del Molino, que pronto reseñaré por estos lares. Puedo anticipar que, en este género a caballo entre la crónica histórica y el relato periodístico con leves dosis de ficción, del Molino gana por goleada. Quizás me condicionó en exceso.

A la pregunta A quién va dirigido este libro la respuesta es clara: a la gente a la que le interese la historia. No hay más escapatorias salvo que alguien sea acérrimo seguidor del guaperas de Vuillard.

Una salida honrosa termina con una frase lapidaria, que arrasa con las tan cacareadas Libertad, Igualdad y Fraternidad: “Quizás habría sido mejor la deshonra”.

Aplíquese para cualquier situación.

Buenas noches y Buena suerte.

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