Llevaba mucho tiempo enfrascado en lecturas que no me distraían, libros que por ser más propios de asuntos de trabajo pero que no permiten disfrutar de lo más elemental: despejar la mente cuando el día toca a su fin. Al rescate de este absurdo y autoprovocado estancamiento, así como de estas barreras mentales llegó la novela de David Trueba: “Tierra de campos” (Editorial Anagrama, 2017, 404 páginas). Uno de los libros más aplaudidos por la crítica en 2017. Una agradable vuelta a la novela de ficción que leí en formato papel.

Podríamos decir que “Tierra de campos” es la biografía comprimida y en formato ficción de Dani, conocido en el mundillo de la música como Dani “Mosca”, es el protagonista y narrador, en primera persona, de una historia que comienza con el viaje para trasladar el cadáver de su padre, fallecido años atrás y enterrado inicialmente en Madrid, a su localidad natal. El viaje será mucho más que eso, será una vuelta atrás mental y emocional de alguien que ha logrado ser una estrella musical en España. Todo ello en una narración que va y vuelve en el tiempo a lo largo de la trayectoria vital del cantante, marcada por la relación tortuosa con su padre, la enfermedad de su madre. Pero también muy influenciada por sus amigos, su grupo, Gus y Animal, y los amores y familia.
Portada de "Tierra de campos"
La historia está construida sobre la vida de Dani y en una magnífica prosa, Trueba conduce la narración a través la vida de un triunfador en la música pero de un perdedor en el terreno personal. Y ya sabéis que a servidor le sobran los motivos cuando hablamos de perdedores, outsiders y casos perdidos, quizás algún psicólogo en la sala pueda darme un diagnóstico. Dani es un antihéroe de carne y huesos, un padre, un ex marido, un ex novio y un hijo atormentado, pero también se codea con la flor y nata del universo musical y cultural de la época. “El arte de no hacer lo que se espera de ti exige la precisión del cirujano y la testarudez del loco”.
El protagonista, Dani, es un tipo que crece en un colegio de curas durante los últimos estertores del franquismo, allí descubre la música, el amor y a crecer sin excesivo reconocimiento. En “Tierra de campos” asombra el relato del mundo de la música que Trueba presenta al lector: Dani pierde a seres queridos por las drogas, es víctima de la maquinaria mediática de la industria musical, vive, en primera persona lo que supone una gira para su vida sentimental y personal. “Hacíamos canciones para sanar las heridas, porque no conocíamos otra medicina. Regalábamos caramelos porque necesitábamos caramelos”.
Pero este personaje tan entrañable por su humanidad, crece, se agiganta a lo largo de las páginas de “Tierra de campos”. Es un libro de marcado aire nostálgico que rememora tiempos mejores, que ensalza la amistad, el amor por las chicas imposibles, la añoranza por las relaciones terminadas, a la música como terapia. Una oda a la amistad entre los amigos de siempre: “Yo atravesé el duelo gracias a ellos y descubrí que los amigos nunca se apenan del todo en tu desgracia, porque les ofrece la más hermosa oportunidad para demostrarte cuánto les importas, cuánto se preocupan por ti, cuán generosa es su disposición”. Una amistad sincera, basada en dos puntales: un divo, Gus, que marcará para siempre la vida de Dani, y el incondicional que es, a la postre, la antítesis del estrellato, Animal, un tipo con poca sensibilidad y amigo de frases lapidarias como “Hay que estar contra la pareja, contra la paternidad, contra la patria, todo eso son enemigos de la libertad. La única institución que el hombre debe respetar es la amistad, porque la amistad nace de la generosidad”.
Para rematar la novela dos viajes: la escapada a Japón, un periodo introspectivo que le abrió el amor de nuevo, y el relato berlanguiano de la vuelta al pueblo de su padre: su amigo de la infancia convertido en alcalde caricaturizado, su esposa, icono sexual de su pubertad, la idolatría y el más absurdo de los homenajes posibles cuando acaba de enterrar a su padre, aunque sea años después de su fallecimiento. Y una relación, con la sobrina del alcalde, que no se materializa pero que deja muy a las claras cómo ser cantante te lo pone fácil para triunfar entre las jovencitas. Siempre con el trasfondo de la historia de la madre de Dani, un tabú y un borrón en el pasado del músico y de toda la familia.
Trueba es capaz de entremezclar los recuerdos amargos con el éxito profesional de un músico, pero, al fin y al cabo, este no es sólo el relato de los músicos. Cualquiera, con la edad, es capaz de echar la vista atrás y recordar amores perdidos, amigos que se han ido antes de tiempo, roces familiares, etc. Todo ello con frases que entran directas al corazón: “Lo malo de idealizar las cosas es que un día desfallezcas en tu empeño”. Y claro, así, lo difícil era no enamorarse de la prosa de Trueba.
Tierra de campos me ha dado momentos de risas a horas intempestivas, y carcajadas a horas aún más intempestivas. Golpes de timón en la narración y socarronería en los diálogos y en las reflexiones del narrador que lograron acabar por engancharme a un libro como hacía tiempo que no me sucedía. Trueba logra crear situaciones cómicas en medio de dramas y situaciones demenciales. “Tierra de campos” es un libro 100% recomendable. Valoración: 9.
Buenas noches y buena suerte.






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