El pasado domingo nos acercamos al Autocine para ver la última de Quentin Tarantino: “Érase una vez en… Hollywood” (Once Upon A Time...in Hollywood). Como hace mucho que no me estiro con críticas cinematográficas, el puñetero mundo de las series y la poca calidad de la gran mayoría de las películas proyectadas en las pocas salas que quedan nos ha alejado a todos un poquito del cine. La película, de 2019, está escrita y dirigida por el propio Tarantino, dura 165 minutos y está coproducida por Sony Pictures Entertainment, Heyday Films y Visiona Romantica. Cuenta con un reparto de lujo, con caras ya conocidas para los amantes del “cine Tarantino”, como es el caso de Brad Pitt, pero también con otras caras muy famosas del nivel de Leonardo DiCaprio, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley,Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Timothy Olyphant, Dakota Fanning,Damian Lewis, etc.
“Érase una vez en… Hollywood” está ambientada en Hollywood en la década de los 60, hacia finales de la misma. Narra la historia de Rick Dalton (interpretado por Leonardo DiCaprio), y de su inseparable especialista en escenas peligrosas, Cliff Both (el personaje de Brad Pitt). Dalton protagonizó una teleserie en el pasado ambientada en el lejano Oeste e intenta amoldarse a su nueva realidad ante la decrepitud de su carrera. Los cambios afectarán al mismo tiempo a su doble (Pitt). La vida de Dalton está ligada completamente a Hollywood, donde reside y es vecino de la joven y prometedora actriz y modelo Sharon Tate (Robbie) que acaba de casarse con el prestigioso director Roman Polanski. Para más señas os comparto el trailer en español.

Partiendo de esta premisa, el director, que es quien creó el guión de “Érase una vez en… Hollywood”, reescribe un final alternativo de la historia para aportar un punto de vista muy particular. Eso sí, no faltarán los principales elementos en toda película de Tarantino: diálogos para la historia, frases y chascarrillos a raudales, una banda sonora deliciosa, recreaciones que acaban por enganchar al más pintado y planos como sólo el aclamado director sabe regalar.
Si bien es cierto que el principal reproche que se le puede hacer a esta película es el andar “deambulando” sin un fin aparente durante gran parte del tiempo que dura el largometraje, no es menos cierto que esta recreación puede acabar por hacer disfrutar al espectador de un trabajo que roza el documental en algunos momentos y que no deja de acercarnos la realidad del cine en ese preciso momento de la Historia del séptimo arte. Eso sí, Tarantino no dejará de imprimir su particular sello en cuanto el espectador se despiste.
Tarantino convierte una parte de su película en un homenaje a los westerns de medio pelo, a las teleseries como Bounty Law, que nunca existió pero que parece que puede ser lanzada por el propio director, y a los Spaghetti western. A todos esos actores que acabaron sus carreras cinematográficas en Italia o en Almería, entre otros lugares, rodando películas del Oeste al Este del Atlántico. Dalton pudo ser quien hiciera el papel de Steve McQueen en La gran evasión. Dalton se tiene que enfrentar a sus fantasmas en su papel de villano durante el rodaje de una película, con altibajos personales e interpretativos. Ambos “socios” son fans de series de la época como FBI, de la que también son fans otros personajes de la película.
Tampoco se deja pasar la ocasión para poner de manifiesto el papel del mundo Hippie y de las sectas en la época, con un guiño a Charles Manson y a todo su universo. Y al mismo tiempo, con su propia visión de la película, no deja de rendir un homenaje a la “inocente” Sharon Tate, para la posteridad queda la escena en la que la propia Sharon acude a un cine a ver una de sus películas y disfruta sintiendo que la gente disfruta con su cine. En ese homenaje se recrea en Hollywood, dejando ver que el cine no sería lo mismo sin esa ciudad, en eso creo que estamos todos de acuerdo.
Soy consciente, porque en mi propio grupo de amigos hubo disparidad, de que la película ha suscitado diversidad de opiniones. A mí me gustó. Me parece un bonito homenaje al cine en un momento en el que también se avecinaban cambios. La coyuntura actual para el cine tampoco es mucho mejor: series compitiendo con películas, salas vacías, películas con objetivos comerciales pero con poco fundamento. ¿Está profetizando Quentin Tarantino en “Érase una vez en… Hollywood”? Hay quien dice que esta será la penúltima película de este aclamado director, que en más de una ocasión ha dejado caer que 10 sería la cifra marcada para ello. Yo no lo sé, pero benditas sean sus películas mientras nos dejen bandas sonoras como la de “Érase una vez… en Hollywood”

Podemos discutir sobre el ritmo de la película, yo creo que Tarantino se centró en algo maravilloso como el cine y todos los detalles de honor, gloria o miseria que le acompañan. Mi recomendación es clara: id a ver la película al cine. Gozad con su banda sonora y deleitaros con este sentido homenaje de Tarantino al séptimo arte. Porque una cosa me queda clara: ver los cines llenos, leer en twitter a cientos de personas opinando, ver el aluvión de líneas y publicaciones escritas al respecto, no es más que una clara señal: a la gente le gusta el buen cine, dadle buen cine y las salas se llenarán. Valoración: 8.
Buenas noches y buena suerte.







Hoy volvemos a la carga con un nuevo libro, la verdad es que tenemos atasco de reseñas literarias y habrá que ir poco a poco dándole salida. Dura la lluvia que cae es un libro poco conocido, miento, sería injusto, se trata de una obra más bien poco conocida en el espectro de la literatura más comercial. En esta ocasión se trata de una novela norteamericana llena de fatalismo y de dramatismo. Tan dramático y tan fatal es su argumento que es un reflejo de mucha de la población desfavorecida de los Estados Unidos. Se trata de una novela de Don Carpenter publicada en España por Duomo Ediciones en 2012, aunque la primera edición data de 1966. Un libro que a lo largo de sus 360 páginas esconde drama, maldición y bordea la novela negra. Leí este libro en formato electrónico.
Sobre el autor de Dura la lluvia que cae decir que parece que la obra es tan dramática y tan maldita que parece que acabó por contagiar a la vida de su autor, que también estuvo repleta de tintes de fatalidad. Carpenter fue un erudito, que llegó a vivir en Hollywood y dedicó parte de su vida a escribir guiones cinematográficos. La muerte de un íntimo amigo tras suicidarse, y múltiples enfermedades, como glaucoma, diabetes y tuberculosis le llevaron al suicidio en 1994, a los 64 años de edad.
La trama argumental de Dura la lluvia que cae está estructurada en 3 partes, además de un prefacio y un epílogo. El prefacio arranca con la Gran Depresión, en un espacio de tiempo que comprende desde de 1929 a 1936, narra la vida, en un formato breve, de los padres del protagonista, Jack Levitt. Las tres partes agrupan periodos importantes de la vida del protagonista:
  • Delincuentes juveniles, 1947. Primera parte que trata las andanzas de Levitt en Seatle. Desde allí marchará a Portland, donde conocerá a gente sin oficio ni beneficio.
  • La segunda parte es “Una muerte en el patio grande” (1954-56), sobre la vida en la cárcel.
  • La tercera parte es “Vidas con sentido, (1956-60). Con la vida de Jack encauzada, o aparentemente encauzada.
Y qué decir a modo de sinopsis de la novela. Que estamos ante un brutal relato de la vida de un personaje, Jack, que no conoció a sus padres. Su padre murió en un accidente y su madre acabó suicidándose con 24 años. Vivió su infancia en un orfanato. Más tarde, convertido en un “peligroso” gamberrete, Jack saldrá de fiesta, asaltará casas vacías en fiestas para dormir, beber, con poco dinero viajará a Portland donde inicia su visita frecuente a prostíbulos y a un lugar que será determinante en la vida de Jack: un salón de billar en el que pasará tardes y noches enteras. Y es que el billar es uno de los ejes de la novela de Don Carpenter, y es donde Jack conocerá a su gran amigo: Billy Lancing. Un jugador negro, aunque pelirrojo y con la piel de un color amarillento, con el que compartirá múltiples vivencias: desde las tardes en la sala de billar desplumando a tipos arrogantes. Ambos compartirán viajes y aventuras de adolescentes, como fiestas. Jack vivirá cortejando a muchachas más jóvenes que él, busconas y ávidas de hombres que le mantengan encontrará en ese transcurso a Sue y a Mona, que son carne de cañón, el relato del autor presenta a dos personas al límite de echar su vida por la borda, compañeras de juergas, enfados, sexo, y que acabará a golpes. Todo ello hasta la culminación de su amistad con Billy al compartir celda en la prisión.
Hay un momento en la vida del joven Levitt en la que desconecta de las estructuras del Estado y del Gobierno, su expediente se “pierde” en un cajón y es libre, pero a su vez no tiene ni tutela ni techo. La vida de Jack es una lucha contínua por salir del atolladero. Desde el orfanato, Levitt es un expediente, un problema para los funcionarios al cargo. Cuando intente salir de su círculo vicioso siempre encontrará dificultades, y la palabra “oportunidades” parece no estar en su diccionario. Jack intenta sacar la cabeza del agua mientras se hunde, atraviesa etapas severas de alcoholismo, y todo ello se produce en una sociedad totalmente fraccionada.
Tras este periplo, Jack acabará en San Quintín, allí se va a tener que enfrentar  a bandas, al líder de las mismas. Casualmente, allí volverá a coincidir con su buen amigo Billy. Pero también aparecerán personajes fundamentales para el devenir de la vida de Jack como Denny, con quien compartirá experiencias en el salón de billar y en el presidio. Pero para Jack, la cárcel se acabó convirtiendo en un hogar, “Porque pensar de otra manera sería tener esperanza, y él esperaba haberse librado de ella”. Cuando coincida con Billy de nuevo en la cárcel, la vida dará un vuelco y su amistad crecerá aún más. No quiero contar más porque ya tengo la sensación de estar adelantando demasiados detalles.
Los pensamientos de Levitt, los diálogos entre él y Billy, son tremendos. La carga de profundidad de sus frases en la celda de la prisión muestran cómo Billy escapó del racismo latente en los Estados Unidos a base de jugar al billar: teniendo que soportar comentarios como negrata, e impertinencias sobre el olor asqueroso. Dura la lluvia que cae no es una novela agradable, pero sí es una novela comprometida y conmovedora. Ni es una historia con final americano ni es una historia de triunfadores. Pero hasta el retrato social muestra como el contacto con el dinero lo manchará todo. La historia de Jack merece ser leída y reflexionada, encierra frases como “Echas un vistazo a los diez millones de cosas que puede ser la vida y tratas de distinguir las que son tuyas de las que nunca conseguirás. Por no hablar de la agonía que de ello se deriva: tantas cosas que quieres hacer y tan pocas que puedes hacer. ¿Por qué no se contentaba con lo que era?”
“Dura la lluvia que cae” es un libro que recomiendo leer. Miseria y maldición recogidas en una obra que narrativamente es riquísima, pero que moralmente es inconmensurable. Tabús y rechazos de la sociedad a tipos que son “Carne de cañón”, por nacer donde nacieron, juegan una partida que sabes que van a perder todos los personajes, desdichados que juegan con las cartas marcadas en una historia que sobrecoge. Valoración: 8.5.
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