Crítica de “Lluvia fina”, libro de Luis Landero.

Volvemos a la carga y lo hacemos con libros. Es el momento para la reseña de la última novela leída, es turno para publicar mi humilde crítica de “Lluvia fina”, libro de Luis Landero. Publicado en Tusquets editores. Leído en formato papel en tiempo de confinamiento, para que quede constancia histórica del hecho. La primera edición de Lluvia fina data de marzo de 2019. El ejemplar con el que cuento representa la octava edición, que data de octubre de ese mismo año.

Una historia familiar. Argumento. 

Lluvia fina es el relato de una historia familiar edificada a partir de un hecho aparentemente sin importancia: Gabriel, uno de los hijos de una familia cualquiera de Madrid, el menor de 3 hermanos, decide convocar a toda la familia a una fiesta por el cumpleaños de la madre. Hace mucho que no se juntan todos y llama a sus dos hermanas, Sonia y Andrea, para ofrecerles organizar la fiesta. Esta idea desencadenará el rebrote de los recuerdos y los enfrentamientos más crudos. Las dos hermanas arrancarán un arduo enfrentamiento por causa de sus parejas actuales, por el odio y el rencor que sienten hacia su madre y también, en parte, hacia Gabriel.

Cada uno de los hermanos, Gabriel por ser marido además, cuenta esos secretos y quejas a Aurora, quien resulta ser la confesora no oficial de la familia. Todos acuden a ella y todos se descargan en ella. Como si fuera el hombro de la familia, el único en el que llorar, quejarse, ambicionar, aliviarse de angustias, rencores, porque si algo caracteriza a esa familia es el tener guardado el odio durante mucho tiempo. 


Portada de Lluvia fina.

Luis Landero dispara con bala.

La novela de Landero encierra algo más que una truculenta historia familiar, aunque la familia de Gabriel tiene bastantes números para ser una de las familias más crueles de la literatura española contemporánea. El escritor tiene para todos, y aunque a servidor le da para poco, he creído entender algunos mensajes/ críticas entre líneas.

Landero dispara a los clichés culturales de muchas familias españolas. A esas familias en las que los progenitores deciden por los hijos, reparten los recursos inequitativamente y acaban por condenar a alguno de sus vástagos a un futuro no deseado por ellos. Así sucede con Sonia y, en menor medida con Andrea, condenadas por las decisiones de la madre cuando esta enviuda y se hace cargo de la mercería.

Al hilo de estas decisiones unilaterales, el machismo y los abusos derivados del mismo se cuelan en esta novela de un modo similar al vivido por muchas de las familias españolas del siglo XX. Sacrificar a la mujer para que el hijo estudie, casar a la hija y que el hijo decida, favorecer y creer al yerno en caso de duda. Pero no sólo subyace el machismo en las decisiones de la madre de los tres. También en el propio comportamiento de Gabriel y en el de Horacio, que acaba por convertirse uno de los personajes más macabros y siniestros que alguien pueda recordar en una novela.

No se libra Lluvia fina de ser una novela que retrata el silencio de las vergüenzas familiares, de ese secretismo cuando algo no va bien de puertas hacia afuera. Muy típico de las familias españolas cuando un escándalo o una desgracia llaman a la puerta. En este caso, aunque el desenlace se plantea hacia la segunda parte de la novela, este secretismo, este “encerremos la verdad bajo llave para que no duela” acaba por corroer la moral de algunos personajes.

El egoísmo es otro de los leit motivs de la novela. Y se plantea en forma de sinceridad ofensiva y narcisista, de largar pero no querer escuchar. Y este peso recae en la figura de Aurora, piedra angular de la novela. Escribe Landero “La sinceridad, llevada al fanatismo, solo puede conducir a la destrucción”.

Otro de los monstruos retratados por Landero es el personaje inmaduro, narcisista e irresponsable de Gabriel. Sin crecer, sin madurar, parapetado en sus egos, en sus obsesiones más íntimas. Para estos personajes inmaduros, que viven de la mentira, de los proyectos que nacen en las mentes pero que no salen de la psique por no ser más que fantasías expresadas en forma de palabras también hay una buena dosis de crítica. “Ahora ha venido de verdad el coco, ahora nos asaltan las pesadillas, o nos desvelamos en lo profundo de la noche y nos hacemos preguntas tontas o esenciales, todo en el mismo lote, pero en cualquier caso negras preguntas sin respuesta, porque ocurre que de pronto nos enfrentamos a la inmensidad del universo, pero también a la duda de si quedará mermelada de naranja para el desayuno, y esas dos fuentes de terror nacen del mismo manantial y mezclan sus aguas en un único y furioso torrente. Y eso cuando no se nos aparecen los monstruos del pasado, esos son los peores, aquel joven esbelto y soñador, aquella canción que tanto nos gustaba, y de la que solo sobreviven unas palabras y unas notas, y que bailamos en la penumbra perfumada de una lejana y mágica noche de primavera…” La narrativa de Landero alcanza cotas majestuosas en fragmentos como este.

Otro de los dardos de Landero en Lluvia fina va dirigido a sus compañeros de estudios. Esos licenciados en literatura, su paso, o su salida, por los institutos, la infelicidad, la puerta del doctorado y de los textos en las revistas especializadas. La infelicidad profesional llevada al mundo de los licenciados en filosofía, pero también aplicable a tantas y tantas profesiones que viven situaciones parecidas. Esa infelicidad es la que acaba por trastornar a Gabriel.

Y, por último, los juegos de pareja, las relaciones entre parejas que no se producen de igual a igual. Como se plasma en las discusiones sobre arte que mantienen Gabriel y Aurora, sus comentarios hirientes, sus críticas a la sociedad en la que él no se acabó de acoplar. Pero también sucede esto con las otras parejas de la novela: Sonia y Horacio y, en menor medida, Sonia y Roberto.

Landero logra escribir una novela colosal. El mayor de sus logros estriba en los diálogos, en ese vaivén de tiempos, de conversaciones. Los personajes están contándose un hecho y trasladan el diálogo de ese mismo hecho al tiempo presente, y van, y vuelven, y ese lío endemoniado, que si el lector no anda muy despierto puede lograr marearle, acaba siendo una bendición literaria.

Aunque he de reconocer que me costó entrar en el libro, porque parecía la típica novela que se pierde en la elaboración de los personajes, la paciencia tuvo su recompensa y tropecé con un retrato fantástico de miles de familias en una.

Por su estilo, por su prosa, por su acidez y crudeza, Lluvia fina es una novela que merece ser leída. No quiero generar expectativas que no se vayan a cumplir, pero es que estamos ante una novela para ser recordada en el tiempo. Valoración: 9. 

Buenas noches y buena suerte.

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